Democracia como forma de vida

La permanencia del orden republicano no es una gratuidad histórica. Tampoco es consecuencia de una declaración formal, de una vivencia aparencial de principios. Por el contrario, es fruto de una aceptación honda y sincera de los principios de la democracia constitucional por parte de todos los componentes sociales, pero especialmente de aquellos en quienes recae la responsabilidad directa de crear las condiciones existenciales de la vida republicana. Son principios que nada tienen que ver con la ideología ni con la voluntad autocrática de poder. O dicho de otro modo: son principios que sólo pueden subsistir si la ideología se ahoga en la verdad y la voluntad autocrática de poder en la razón.







Juan Germán Roscio

Juan Germán Roscio

Reivindicar la historia

Debemos hacer resonar las campanas de la historia para recordarnos que alguna vez (1958-1998) el pueblo de Venezuela existió como una República civil, en la cual la justicia, la razón y la amistad cívica fueron los pilares de nuestra convivencia pacífica.

Firma del Pacto de Puntofijo (Caracas, 31 de octubre de 1958)

martes, 27 de julio de 2010

¿Trapos rojos? // Juan Miguel Matheus

“La crueldad es bien usada cuando se ejecuta
sobre todos de una vez, por razones de autopreservación [del poder]”
(Nicolás Maquiavelo, El Príncipe)

Es bien conocido el principio maquiavélico de la economía de la violencia. La violencia, dice Maquiavelo, es lícita en política. En su uso reside parte de la virtù de los gobernantes. Si la preservación del poder lo requiere, entonces la violencia (crueldad) debe ser empleada sin vacilación. El florentino pensaba que hay usos correctos y usos incorrectos de la violencia. Por uso correcto entendía el dañar a un tiempo a todos los adversarios y/o sujetos que hacen peligrar el ejercicio del poder. El uso incorrecto, por el contrario, conduce a una dosificación del daño a los adversarios.

Hoy vemos a un Hugo Chávez que parece aplicar la economía de la violencia. Se ensaña contra todo y en contra de todos. Enviste cuanto se atraviesa a su paso. Puesto en clave castrense, el muchacho de Sabaneta tiene abiertos varios frentes en los cuales presenta batalla. Los ataques a la Iglesia, la ruptura de relaciones diplomáticas con Colombia y la toma parcial de Globovisión son situaciones que ocupan las energías de los personeros del régimen. A ello hay que sumar otros asuntos que, en el contexto del totalitarismo bolivariano, ya se han convertido en cuestiones de simple administración: más presos políticos, insultos y difamaciones, ventajismo electoral, etc.

Frente a lo anterior es común escuchar la siguiente afirmación: “Mantengamos el foco. No caigamos en los trapos rojos del régimen. Sigamos enfrentándolo en los temas que verdaderamente afectan su popularidad de cara a las elecciones del 26-S: inseguridad, crisis económica y Pudreval”. Pareciera que en nombre de la táctica y de la estrategia se deja de lado el talante destructivo de la revolución chavista, a la vez que se le atribuye a ésta un carácter meramente disuasivo en su accionar.

Pero si hay algo que está claro es el foco del régimen: profundizar el totalitarismo marxista. Eso lo lleva a actuar violentamente. No puede obrar de otra manera. A su alrededor sólo ve amenazas y enemigos. Por eso los confronta. Aspira destruirlos. Es verdad que Hugo Chávez luce en su peor momento. Y también es verdad que la oposición ha de procurar sujetarse, en cuanto sea posible, a estrategias más o menos permanentes en la lucha en contra del Gobierno. Ello no impide, sin embargo, que se preste atención a las arremetidas de turno de Hugo Chávez. Generalmente se trata de cosas muy serias. Cuando el régimen agrede no hace nada distinto a cumplir sus objetivos de devastación. Aunque la solución final al problema que representan cada uno de los factores agredidos se difiera en el tiempo y no sea definitiva, se les daña, se les debilita y se les coloca en posición de acabarlos cuando resulte oportuno. De modo que no son trapos rojos. Es la naturaleza confrontacional del régimen.

jmmfuma@gmail.com
Twitter: @JuanMMatheus

lunes, 19 de julio de 2010

Teología bolivariana // Juan Miguel Matheus

“¡Bolívar vive carajo! ¡Somos su llamarada!”
(Hugo Chávez Frías, a propósito de la exhumación de los restos del Libertador)

Actualmente nos encontramos en el punto más alto del culto a la personalidad de Simón Bolívar. Fue Guzmán Blanco quien fomentó la sublimación pseudo religiosa de la figura humana del Libertador. Desde entonces se instaló entre nosotros lo que Luis Castro Leiva denominó teología bolivariana: una suerte de religión civil en la cual (i) Bolívar funge como divinidad, (ii) los venezolanos como pueblo elegido, y (iii) el aprovechador de turno, que logre apropiarse del símbolo del Libertador, como sumo sacerdote.

La primera y más importante consecuencia práctica de lo anterior es la creación de una moral bolivariana. Bolívar y Venezuela se convierten en realidades intercambiables. De allí que amar a la patria sea amar a Bolívar, y viceversa. Ser patriota es cumplir la voluntad histórica del Libertador. Ser antipatriota significa, por el contrario, no profesar las ideas de Bolívar o asumirlas con sentido crítico. En ello radica la mayor traición a Venezuela, a Bolívar mismo y a todos los venezolanos.

El segundo efecto de la teología bolivariana es la necesidad de interpretar el querer de Bolívar, que debe ser actualizado en todos los tiempos y aspectos de la vida de Venezuela. En este punto aparece el sumo sacerdote, a quien ya hemos mencionado. El intérprete del querer de Bolívar es la persona que se presente a sí misma como legitimada para hacer exegesis de las ideas bolivarianas. Su misión es interpretar cómo se ha de implementar el corpus bolivariano, de acuerdo a las exigencias de los tiempos.

Aquí deben ser mencionados Hugo Chávez y el socialismo del siglo XXI. Lo que Bolívar quiere para la Venezuela de hoy es la instauración del socialismo del siglo XXI. Realizar el bien (bolivariano) en este momento histórico concreto equivale a que los venezolanos seamos sometidos a un totalitarismo marxistas. Quines se opongan a tal designio del destino –inexorable– son traidores, godos, oligarcas, yankees, etc. En este sentido, Hugo Chávez es el sumo pontífice de la pseudo religión bolivariana. Ello lo convierte en el vicario del Libertador en la tierra De allí que el verbo del muchacho de Sabaneta sea la expresión de lo bueno y de lo malo, de lo justo y de lo injusto; y de allí que Chávez y su cohorte sean la “llamarada” de Bolívar.

Pero ningún hombre, por grande y virtuoso que haya sido, puede ser tenido como creador de lo moral, como referencia de lo bueno y de lo malo. Tampoco Bolívar. Los venezolanos debemos honrar al Libertador por lo que éste ha significado en nuestra marcha histórica, mas no convertirlo en la fuente de nuestro orden de pueblo. La teología bolivariana es una negación de la razón, que abre las puertas a la superstición. Así lo prueba la profanación de los restos del Libertador ocurrida la semana pasada. Los venezolanos tenemos la extraordinaria oportunidad de poner las cosas en su sitio, de derrotar la teología bolivariana y de comenzar a construir nuestro orden político sobre los pilares de la verdad histórica y de la auténtica racionalidad humana. La aprovecharemos.

jmmfuma@gmail.com
Twitter: @JuanMMatheus

miércoles, 14 de julio de 2010

El sentido de nuestra lucha // Juan Miguel Matheus

Entre las muchas verdades que J. R. R. Tolkien enseña en El Señor de los Anillos, hay una a la cual conviene que los venezolanos prestemos especial atención. En el Capítulo 9 del Libro V, durante La última deliberación, el autor pone en boca de Gandalf unas palabras que hacen vibrar los corazones de sus interlocutores. Dice: "(…) no nos atañe a nosotros dominar todas las mareas del mundo, sino hacer lo que está en nuestras manos por el bien de los días que nos ha tocado vivir, extirpando el mal en los campos que conocemos, y dejando a los que vendrán después una tierra limpia para la labranza".

Tales palabras reflejan un profundo conocimiento de lo humano. Hacen patente que la justicia no es una gratuidad histórica ni fruto del azar. Esta deriva del esfuerzo de los hombres, del ejercicio de la libertad de acuerdo al bien. Toda la vida humana, tanto individual como colectiva, se presenta como una batalla en la cual se intenta hacer prevalecer el bien sobre el mal. Así ha sido en todas las épocas y así seguirá ocurriendo mientras haya hombres sobre la tierra. Por eso Platón se refirió en el Libro I de Las Leyes a una inexorable lucha que tiene lugar en el "alma" de las ciudades: cuando gobiernan los malos -dice- la ciudad no se ha vencido a sí misma, no ha derrotado su capacidad de mal; cuando gobiernan los justos, en cambio, la ciudad se ha vencido a sí misma, ha derrotado el mal del cual es potencialmente capaz.

El sentido de la lucha de los venezolanos es, entonces, lograr que Venezuela se venza a sí misma, que impere lo bueno sobre lo malo. Ello supone una lucha personalísima en el alma de cada venezolano concreto. Cada uno tiene la responsabilidad de pelear desde su propio terreno, sin desfallecer y sin poner términos de preclusión. Sencillamente hay que luchar mientras existan injusticias. Nada importan fechas y/o tiempos. Y cuando aparezcan la desesperanza y la tentación de pensar que nuestra lucha personal no vale la pena, que no es suficiente o que solos no lograremos arreglar las cosas, tendremos que repetir las palabras que Cicerón se decía a sí mismo, en circunstancias equivalentes: "Por lo que respecta a mí, no se perderá la República".

Ceder ante la tentación de abandonar la lucha equivaldría a renunciar a entregar "una tierra limpia para la labranza" a las próximas generaciones. Allí está el núcleo del mensaje de Gandalf. No luchamos sólo por nosotros mismos, por el hoy y ahora. Luchamos -sobre todo- por el porvenir, por quienes poblarán esta tierra en el futuro. Comprenderlo es fundamental para cerrarle las puertas a la pusilanimidad -al encogimiento de espíritu-, y también para allanar el camino a la magnanimidad, a esa grandeza de alma tan necesaria para aspirar las cosas más nobles y hermosas. Dentro de ellas se encuentra, por supuesto, el anhelo de una patria libre y virtuosa. Con lucha sin cuartel, con perseverancia, la conseguiremos. Abriremos el camino.



jmmfuma@gmail.com
@JuanMMatheus

lunes, 5 de julio de 2010

Libres // Juan Miguel Matheus

En el libro “El hombre en busca de sentido”, de Viktor Frankl*, se leen unas palabras que son útiles para describir la actitud que debe impulsar la lucha actual de los venezolanos. Afirma Frankl: “Dostoyevski dijo en una ocasión: ‘sólo temo una cosa: no ser digno de mis sufrimientos’. Y estas palabras retornaban una y otra vez a mi mente cuando conocí a aquellos mártires cuya conducta en el campo [de concentración nazi], cuyo sufrimiento y muerte, testimoniaban el hecho de que la libertad íntima nunca se pierde. Puede decirse que fueron dignos de sus sufrimientos y la forma en que los soportaron fue un logro interior genuino. Es esta libertad espiritual, que no se nos puede arrebatar, lo que hace que la vida tenga sentido y propósito”.

Para nadie es un secreto que los venezolanos estamos viviendo momentos excepcionales, en los cuales se prueban nuestras condiciones para resistir el mal y cultivar la esperanza. Las circunstancias han llegado a complicarse de tal modo que el reto es –precisamente– lograr convencernos a nosotros mismos, en cabeza y corazón, de que vivir en Venezuela sí tiene sentido y propósito. O dicho de otro modo: hoy nos corresponde asumir con madurez, tanto personal como de pueblo, que lo que sufrimos da sentido y propósito a nuestra existencia concreta, como venezolanos que somos, en esta Venezuela del siglo XXI, tan lacerada por la fuerza destructiva de quienes gobiernan.

Es verdad que externamente se arrebata nuestra libertad (social, política y económica). Y también es verdad que se pretende irrumpir en las conciencias de los venezolanos para echar mano de nuestra libertad interior. Pero aquí aparece la enseñanza de Frankl: ¡no hay dominación posible en el fuero interno! No hay circunstancia exterior, por grave que luzca, que pueda ahogar nuestra ilusión íntima de hacer resplandecer el bien y la verdad en nuestras conciencias y en Venezuela. Ningún poder, por grande y arrogante que sea, puede erradicar del corazón de los venezolanos el deseo de ser plenamente libres. Por eso resistimos y seguiremos resistiendo todos los intentos de hacernos vivir en la injusticia.

A pesar de las apariencias, los venezolanos tenemos por delante un panorama esperanzador. Somos libres en lo interior. Nada ni nadie puede evitarlo. Eso quiere decir que está abierta la puerta que conduce a la libertad exterior, que están minadas las bases del totalitarismo. Anclados en la libertad espiritual, haciéndola rebosar, devolveremos la libertad a Venezuela. Para ello tenemos que aprender a sufrir. Debemos aspirar a ser, como Dostoyevski, dignos de nuestro sufrimiento. Se trata de colocarnos en una mejor posición para dar la pelea. Es entender que existe una misteriosa relación, directamente proporcional, entre nuestra capacidad de humanizar el sufrimiento y la libertad de la cual podamos gozar. De ese modo pasará este torbellino de mal. Será derrotado en virtud de la fortaleza interior de los venezolanos.

jmmfuma@gmail.com
Twitter: @JuanMMatheus

*Psiquiatra austríaco (1905-1997). Judío de religión. Sobrevivió al holocausto nazi luego de haber sido confinado, junto a su esposa y a sus padres, al Theresienstadt, un campo de concentración instalado en su país de origen. En 1944 fue trasladado a Auschwitz, en donde siguió nutriéndose de las experiencias humanas que lo llevarían a fundar la logoterapia, conocida como la tercera escuela vienesa de terapia psiquiátrica.