“¡Bolívar vive carajo! ¡Somos su llamarada!”
(Hugo Chávez Frías, a propósito de la exhumación de los restos del Libertador)
Actualmente nos encontramos en el punto más alto del culto a la personalidad de Simón Bolívar. Fue Guzmán Blanco quien fomentó la sublimación pseudo religiosa de la figura humana del Libertador. Desde entonces se instaló entre nosotros lo que Luis Castro Leiva denominó teología bolivariana: una suerte de religión civil en la cual (i) Bolívar funge como divinidad, (ii) los venezolanos como pueblo elegido, y (iii) el aprovechador de turno, que logre apropiarse del símbolo del Libertador, como sumo sacerdote.
La primera y más importante consecuencia práctica de lo anterior es la creación de una moral bolivariana. Bolívar y Venezuela se convierten en realidades intercambiables. De allí que amar a la patria sea amar a Bolívar, y viceversa. Ser patriota es cumplir la voluntad histórica del Libertador. Ser antipatriota significa, por el contrario, no profesar las ideas de Bolívar o asumirlas con sentido crítico. En ello radica la mayor traición a Venezuela, a Bolívar mismo y a todos los venezolanos.
El segundo efecto de la teología bolivariana es la necesidad de interpretar el querer de Bolívar, que debe ser actualizado en todos los tiempos y aspectos de la vida de Venezuela. En este punto aparece el sumo sacerdote, a quien ya hemos mencionado. El intérprete del querer de Bolívar es la persona que se presente a sí misma como legitimada para hacer exegesis de las ideas bolivarianas. Su misión es interpretar cómo se ha de implementar el corpus bolivariano, de acuerdo a las exigencias de los tiempos.
Aquí deben ser mencionados Hugo Chávez y el socialismo del siglo XXI. Lo que Bolívar quiere para la Venezuela de hoy es la instauración del socialismo del siglo XXI. Realizar el bien (bolivariano) en este momento histórico concreto equivale a que los venezolanos seamos sometidos a un totalitarismo marxistas. Quines se opongan a tal designio del destino –inexorable– son traidores, godos, oligarcas, yankees, etc. En este sentido, Hugo Chávez es el sumo pontífice de la pseudo religión bolivariana. Ello lo convierte en el vicario del Libertador en la tierra De allí que el verbo del muchacho de Sabaneta sea la expresión de lo bueno y de lo malo, de lo justo y de lo injusto; y de allí que Chávez y su cohorte sean la “llamarada” de Bolívar.
Pero ningún hombre, por grande y virtuoso que haya sido, puede ser tenido como creador de lo moral, como referencia de lo bueno y de lo malo. Tampoco Bolívar. Los venezolanos debemos honrar al Libertador por lo que éste ha significado en nuestra marcha histórica, mas no convertirlo en la fuente de nuestro orden de pueblo. La teología bolivariana es una negación de la razón, que abre las puertas a la superstición. Así lo prueba la profanación de los restos del Libertador ocurrida la semana pasada. Los venezolanos tenemos la extraordinaria oportunidad de poner las cosas en su sitio, de derrotar la teología bolivariana y de comenzar a construir nuestro orden político sobre los pilares de la verdad histórica y de la auténtica racionalidad humana. La aprovecharemos.
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Twitter: @JuanMMatheus
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