Democracia como forma de vida

La permanencia del orden republicano no es una gratuidad histórica. Tampoco es consecuencia de una declaración formal, de una vivencia aparencial de principios. Por el contrario, es fruto de una aceptación honda y sincera de los principios de la democracia constitucional por parte de todos los componentes sociales, pero especialmente de aquellos en quienes recae la responsabilidad directa de crear las condiciones existenciales de la vida republicana. Son principios que nada tienen que ver con la ideología ni con la voluntad autocrática de poder. O dicho de otro modo: son principios que sólo pueden subsistir si la ideología se ahoga en la verdad y la voluntad autocrática de poder en la razón.







Juan Germán Roscio

Juan Germán Roscio

Reivindicar la historia

Debemos hacer resonar las campanas de la historia para recordarnos que alguna vez (1958-1998) el pueblo de Venezuela existió como una República civil, en la cual la justicia, la razón y la amistad cívica fueron los pilares de nuestra convivencia pacífica.

Firma del Pacto de Puntofijo (Caracas, 31 de octubre de 1958)

domingo, 19 de septiembre de 2010

Homilía de Benedicto XVI en Glasgow, Escocia, durante su viaje al Reino Unido 16/09/2010

Sólo el amor de Cristo permanece

Benedicto XVI exhortó a los fieles a alzar claramente la voz en defensa del derecho a vivir en una sociedad que promueve el bienestar de sus ciudadanos, no una "jungla" de libertades arbitrarias. Lo hizo el jueves 18 de septiembre, por la tarde, en su homilía durante la misa celebrada al aire libre en Bellahouston Park, situado a unas tres millas del centro de Glasgow. Es el mismo parque donde Juan Pablo II celebró la Eucaristía durante su visita a Escocia en 1982. El Santo Padre se refirió, además, a temas que van desde los avances en el ecumenismo y la evangelización de la cultura, a la necesidad de orar por las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada. En la misa -fiesta litúrgica de san Ninián de Galloway, obispo itinerante y evangelizador de las poblaciones celtas, apóstol de Escocia (360-432)-, concelebraron con el Papa todos los obispos escoceses, encabezados por el cardenal O'Brien, arzobispo de San Andrés y Edimburgo. Participaron decenas de miles de personas, especialmente grupos parroquiales, religiosos y miembros de movimientos eclesiales de Escocia, así como numerosos peregrinos procedentes del norte de Ingleaterra y de Irlanda. Al inicio de la misa dirigió al Papa unas palabras de bienvenida monseñor Mario J. Conti, arzobispo de Glasgow. El Pontífice hizo un llamamiento a los laicos a seguir su llamada bautismal, siendo no sólo "ejemplos de fe en público", sino también promotores de la "sabiduría y la visión de la fe en el foro público".

Queridos hermanos y hermanas en Cristo:

"Está cerca de vosotros el reino de Dios" (Lc 10, 9). Con estas palabras del Evangelio que acabamos de escuchar, os saludo a todos con gran afecto en el Señor. En verdad, el reino de Dios ya está entre nosotros. En esta celebración de la Eucaristía, en la que la Iglesia en Escocia se congrega en torno al altar en unión con el Sucesor de Pedro, reafirmemos nuestra fe en la Palabra de Cristo y nuestra esperanza en sus promesas, una esperanza que nunca defrauda. Saludo cordialmente al cardenal O'Brien y a los obispos escoceses. Agradezco en particulare al arzobispo Conti sus amables palabras de bienvenida de vuestra parte y expreso mi profunda gratitud por el trabajo que los Gobiernos británico y escocés y las autoridades municipales de Glasgow han llevado a cabo para que fuera posible esta circunstancia.
El Evangelio de hoy nos recuerda que Cristo continúa enviando a sus discípulos a todo el mundo para proclamar la venida de su reino y llevar su paz al mundo, empezando casa por casa, familia por familia, ciudad por ciudad. Vengo a vosotros, hijos espirituales de San Andrés, como heraldo de esa paz y a confirmaros en la fe de Pedro (cf. Lc 22, 32). Me dirijo a vosotros con emoción, no muy lejos del lugar donde mi amado predecesor el Papa Juan Pablo II celebró la misa con vosotros, hace casi treinta años, recibido por la multitud más numerosa que jamás se haya visto en la historia de Escocia.

Muchas cosas han ocurrido en Escocia y en la Iglesia en este país desde aquella histórica visita. Compruebo con gran satisfacción que la invitación que el Papa Juan Pablo II os hizo para caminar unidos con vuestros hermanos cristianos, ha producido mayor confianza y amistad con los miembros de la Iglesia de Escocia, la Iglesia episcopal escocesa y otras. Os animo a continuar rezando y colaborando con ellos en la construcción de un futuro más luminoso para Escocia, basado en nuestra común herencia cristiana. En la primera lectura de hoy hemos escuchado el llamamiento de san Pablo a los romanos a reconocer que, como miembros del Cuerpo de Cristo, nos pertenecemos los unos a los otros (cf. Rm 12, 5) y debemos convivir respetándonos y amándonos mutuamente. En este espíritu, saludo a los representantes ecuménicos que nos honran con su presencia. Este año se conmemora el 450° aniversario de la Asamblea de la Reforma, y también el centenario de la Conferencia misionera mundial en Edimburgo, que es considerada por muchos como el origen del movimiento ecuménico moderno. Demos gracias a Dios por la promesa que representan el entendimiento y la cooperación ecuménica para un testimonio común de la verdad salvadora de la Palabra de Dios, en medio de los rápidos cambios de la sociedad actual.

Entre los diferentes dones que san Pablo enumera para la edificación de la Iglesia está el de enseñar (cf. Rm 12, 7). La predicación del Evangelio siempre ha ido acompañada por el interés por la palabra: la palabra inspirada por Dios y la cultura en la que esta palabra echa raíces y florece. Aquí, en Escocia, pienso por ejemplo en las tres universidades fundadas por los Papas durante la Edad Media, incluyendo la de San Andrés, que está a punto de celebrar el sexto centenario de su fundación. En los últimos treinta años, con la ayuda de las autoridades civiles, las escuelas católicas en Escocia han asumido el desafío de brindar una educación integral a un mayor número de estudiantes, y esto ha ayudado a los jóvenes no sólo en su camino de crecimiento espiritual y humano, sino también en su incorporación a la vida profesional y pública. Se trata de un signo de gran esperanza para la Iglesia, y animo a los profesionales católicos, a los políticos y profesores de Escocia a no perder nunca de vista que están llamados a poner sus talentos y su experiencia al servicio de la fe, trabajando por la cultura escocesa actual en todos sus ámbitos.
La evangelización de la cultura es de especial importancia en nuestro tiempo, cuando la "dictadura del relativismo" amenaza con oscurecer la verdad inmutable sobre la naturaleza del hombre, sobre su destino y su bien último. Hoy en día, algunos tratan de excluir de la esfera pública las creencias religiosas, relegarlas a lo privado, objetando que son una amenaza para la igualdad y la libertad. Sin embargo, la religión es en realidad garantía de auténtica libertad y respeto, que nos mueve a ver a cada persona como un hermano o hermana. Por este motivo, os invito en particular a vosotros, fieles laicos, en virtud de vuestra vocación y misión bautismal, a ser no sólo ejemplo de fe en público, sino también a plantear en el foro público los argumentos promovidos por la sabiduría y la visión de la fe. La sociedad actual necesita voces claras que propongan nuestro derecho a vivir, no en una selva de libertades autodestructivas y arbitrarias, sino en una sociedad que trabaje por el verdadero bienestar de sus ciudadanos y les ofrezca guía y protección en su debilidad y fragilidad. No tengáis miedo de prestar este servicio a vuestros hermanos y hermanas, y al futuro de vuestra amada nación.

San Ninián, cuya fiesta celebramos hoy, no tuvo miedo de elevar su voz en solitario. Siguiendo las huellas de los discípulos que nuestro Señor antes que él, Ninián fue uno de los primeros misioneros católicos en traer la buena noticia de Jesucristo a sus hermanos británicos. La iglesia de su misión en Galloway se convirtió en centro de la primera evangelización de este país. Este trabajo fue retomado más tarde por san Mungo, patrón de Glasgow, y por otros santos, entre los que debemos destacar a san Columba y santa Margarita. Inspirándose en ellos, muchos hombres y mujeres han trabajado durante siglos para transmitiros la fe. Esforzaos por ser dignos de esta gran tradición. Que la exhortación de san Pablo en la primera lectura sea para vosotros una inspiración constante: "En la actividad no seáis descuidados. En el espíritu manteneos ardientes. Servid constantemente al Señor. Que la esperanza os tenga alegres: estad firmes en la tribulación y sed asiduos a la oración" (Rm 12, 11-12).

Deseo dirigirme ahora en particular a los obispos de Escocia. Queridos hermanos, quiero animaros en vuestra guía pastoral de los católicos escoceses. Como sabéis, uno de vuestros primeros deberes pastorales es para con vuestros sacerdotes (cf. Presbyterorum ordinis, 7) y su santificación. Igual que ellos son alter Christus para la comunidad católica, vosotros lo sois para ellos. En vuestro ministerio fraterno con respecto a vuestros sacerdotes, vivid en plenitud la caridad que brota de Cristo, colaborando con todos ellos, y de modo especial con quienes tienen escaso contacto con sus hermanos en el sacerdocio. Rezad con ellos por las vocaciones, para que el Dueño de la mies envíe trabajadores a su mies (cf. Lc 10, 2). Ya que la Eucaristía hace la Iglesia, el sacerdocio es central para la vida de la Iglesia. Ocupaos personalmente de formar a vuestros sacerdotes como un cuerpo de hombres que alientan a otros a dedicarse totalmente al servicio de Dios todopoderoso. Cuidad también de vuestros diáconos, cuyo ministerio de servicio está asociado de manera especial al orden de los obispos. Sed padres y ejemplos de santidad para ellos, animándolos a crecer en conocimiento y sabiduría en el cumplimiento de la misión de predicar a la que han sido llamados.

Queridos sacerdotes de Escocia, estáis llamados a la santidad y al servicio del pueblo de Dios conformando vuestras vidas con el misterio de la cruz del Señor. Predicad el Evangelio con un corazón puro y con recta conciencia. Dedicaos sólo a Dios y seréis ejemplo luminoso de santidad, de vida sencilla y alegre para los jóvenes: ellos, por su parte, desearán seguramente unirse a vosotros en vuestro solícito servicio al pueblo de Dios. Que el ejemplo de san Juan Ogilvie, hombre abnegado, desinteresado y valiente, os inspire a todos. Igualmente, os animo a vosotros, monjes, monjas y religiosos de Escocia, a ser una luz puesta en lo alto de un monte, llevando una auténtica vida cristiana de oración y acción que sea testimonio luminoso del poder del Evangelio.

Por último, deseo dirigirme a vosotros, mis queridos jóvenes católicos de Escocia. Os apremio a llevar una vida digna de nuestro Señor (cf. Ef 4, 1) y de vosotros mismos. Hay muchas tentaciones que debéis afrontar cada día -droga, dinero, sexo, pornografía, alcohol- y que el mundo os dice que os darán felicidad, cuando, en verdad, estas cosas son destructivas y crean división. Sólo una cosa permanece: el amor personal de Jesucristo por cada uno de vosotros. Buscadlo, conocedlo y amadlo, y él os liberará de la esclavitud de la existencia deslumbrante, pero superficial, que propone frecuentemente la sociedad actual. Dejad de lado todo lo que es indigno y descubrid vuestra propia dignidad como hijos de Dios. En el Evangelio de hoy Jesús nos pide que oremos por las vocaciones: elevo mi súplica para que muchos de vosotros conozcáis y améis a Jesucristo y, a través de este encuentro, os dediquéis por completo a Dios, especialmente aquellos de vosotros que habéis sido llamados al sacerdocio y a la vida religiosa. Este es el desafío que el Señor os dirige hoy: la Iglesia ahora os pertenece a vosotros.

Queridos amigos, una vez más expreso mi alegría por poder celebrar esta misa con vosotros. Y me siento feliz de poder aseguraros mis oraciones en la antigua lengua de vuestro país: Sìth agus beannachd Dhe dhuib uile; Dia bhi timcheall oirbh; agus gum beannaicheadh Dia Alba. La paz y la bendición de Dios estén con todos vosotros; que Dios os proteja; y que Dios bendiga al pueblo de Escocia.

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