Los venezolanos necesitamos volver a creer en nuestras fuerzas de pueblo. Tenemos que cultivar la fe en nuestra capacidad –probada durante los años de la democracia– de construir un orden político justo, apto para la convivencia humana libre y pacífica. Para ello debemos poner la mirada en lo afirmativo venezolano (Augusto Mijares). Debemos hacerlo, además, con realismo, sin engreimientos ni fatalismos: no somos, ni mucho menos, un superpueblo; pero tampoco un pobre pueblo, si es que acaso puede hablarse en esos términos. Somos lo que somos, a lo criollo: la misma Venezuela de Juan Bimba, retratada nítidamente –con sus virtudes y sus defectos– en los versos de Andrés Eloy Blanco.
En este sentido, mirar lo afirmativo venezolano conlleva a conocernos como pueblo. La esperanza sólo es verdadera si media el conocimiento propio. Alcanzarlo exige que veamos, a la luz de la historia, (i) lo que hemos hecho y lo que hemos dejado de hacer, (ii) lo que hemos gozado y lo que hemos sufrido, y, finalmente, (iii) las virtudes cívicas que hemos conquistado y los vicios que hemos hecho crecer a lo largo de los años. Pero sobre todo, supone ser plenamente concientes de nuestras propensiones de pueblo, es decir, de eso a lo cual tendemos con facilidad si no luchamos por evitarlo.
Entre tales propensiones se cuentan, por ejemplo, la autocracia militarista, el desorden, el desacato a la ley y, no menos importante, un cierto pesimismo. De hecho, hoy esas propensiones están presentes entre nosotros. La autocracia y el militarismo se han puesto de pie una vez más para extraviarnos en el desorden y traer de la mano al pesimismo de pueblo. Afortunadamente, se trata de propensiones vencibles y no de rasgos definitivos. Frente a ellas resiste, precisamente, lo afirmativo venezolano. Nadie puede pensar, porque no es verdad, y porque lo demuestra la historia, que los venezolanos no somos capaces de derrotar la autocracia militarista, de vivir al amparo del orden de las leyes y de confiar, con una esperanza responsable, en nuestras posibilidades de crear una sociedad justa.
Así, en los tiempos que corren nuestra tarea de patria es hacer florecer lo afirmativo venezolano, esa reserva moral que, como enseñó Augusto Mijares, nace del ejercicio de la virtud ciudadana, del esfuerzo de cada venezolano concreto y de todos, como pueblo, por construir la civilidad. Los momento que se avecinan son de reconstrucción, entendida en todas sus dimensiones: política, social, económica, etc. En ellos se pondrá a prueba el talante moral de los venezolanos. Ello es, en sí mismo, una ocasión de hacer crecer la esperanza. No hay mal que por bien no venga. Tenemos la oportunidad de actuar con generosidad y desprendimiento en el servicio a Venezuela, de hacer prevalecer el bien del cual somos capaces. La convivencia de las futuras generaciones se edificará, no hay que dudarlo, sobre lo afirmativo venezolano. A por ello.
jmmfuma@gmail.com
Twitter: @JuanMMatheus
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