En los últimos años se ha manifestado un hecho altamente esperanzador: el fervor de patria de la juventud venezolana. No hay mal que por bien no venga. A pesar de la dificultad del momento, miles de jóvenes se han comprometido con el bien del país. Se han dispuesto a asumir el servicio público como un compromiso de vida. Muchos de ellos se orientan a ser políticos de profesión dentro de los partidos. Otros, a ser ciudadanos con una profunda conciencia cívica, cuya prioridad sea el beneficio de la sociedad y no el mero bienestar personal.
Esos jóvenes están respondiendo a un peculiar llamado: la vocación política. A eso hay que prestarle atención. No abundan los países en los cuales miles de jóvenes se quieran dedicar a la política. En ese sentido, somos afortunados. Tenemos un valiosísimo tesoro, que supone una gran responsabilidad para toda la sociedad civil, incluidos, por supuesto, los partidos. Es necesario crear las estructuras (ONGs, institutos, think tanks) y las condiciones materiales (financiamientos, becas, salarios) en las cuales sea posible cultivar la vocación política de nuestros muchachos a lo largo y ancho del país. En eso todos podemos arrimar el hombro.
Cultivar la vocación política de esos jóvenes significa acompañarlos en el proceso de formación de sus cabezas y de sus corazones, así como en la adquisición de algunas herramientas o habilidades. De sus cabezas, para que entiendan la complejidad de los problemas de la vida social, así como los principios que, aplicados al contexto concreto de Venezuela, deben inspirar las acciones para resolverlos. De sus corazones (aquí yace lo más importante), porque tales acciones deben estar presididas por el ejercicio de la virtud: un político ha de ser una persona capaz de encarnar la verdad, alguien que actúa de acuerdo a su conciencia para procurar el bien moral en su propia vida y, a partir de éste, darse a la tarea de buscarlo para los demás. Y finalmente, hay que darles las herramientas necesarias para dotar de eficacia su futura acción política: oratoria, técnicas de negociación, comunicación política, técnicas de creación de redes entre grupos y sectores sociales, etcétera.
Actualmente hay dos agrupaciones que llaman la atención por el modo en que cultivan la vocación política de los jóvenes: Futuro Presente y FORMA. Son instituciones que vienen sembrando el porvenir de una manera perseverante, cuyos frutos ya son apreciables. De allí que merezcan un reconocimiento público, apoyo y aliento. También hay que procurar la existencia de más agrupaciones de esa naturaleza y, sobre todo, propiciar que los partidos hagan de la formación de sus juventudes una prioridad real. La historia enseña que el porvenir de las naciones está en dar a las generaciones venideras razones para vivir y razones para mantener la esperanza. En eso consiste, precisamente, la formación política. Por eso formar a la juventud es, sin dudas, ganar la patria.
jmmfuma@gmail.com
@JuanMMatheus
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Me gustó mucho este artículo.
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