Democracia como forma de vida

La permanencia del orden republicano no es una gratuidad histórica. Tampoco es consecuencia de una declaración formal, de una vivencia aparencial de principios. Por el contrario, es fruto de una aceptación honda y sincera de los principios de la democracia constitucional por parte de todos los componentes sociales, pero especialmente de aquellos en quienes recae la responsabilidad directa de crear las condiciones existenciales de la vida republicana. Son principios que nada tienen que ver con la ideología ni con la voluntad autocrática de poder. O dicho de otro modo: son principios que sólo pueden subsistir si la ideología se ahoga en la verdad y la voluntad autocrática de poder en la razón.







Juan Germán Roscio

Juan Germán Roscio

Reivindicar la historia

Debemos hacer resonar las campanas de la historia para recordarnos que alguna vez (1958-1998) el pueblo de Venezuela existió como una República civil, en la cual la justicia, la razón y la amistad cívica fueron los pilares de nuestra convivencia pacífica.

Firma del Pacto de Puntofijo (Caracas, 31 de octubre de 1958)

martes, 16 de marzo de 2010

Constitución de transición // Juan Miguel Matheus

La semana pasada Hugo Chávez embistió contra la Constitución de 1999. Esta vez lo hizo directamente. No mediaron sus apéndices. La toga de Luisa Estela Morales, el verbo sofista de Carlos Escarrá y el terrorismo penal de Luisa Ortega Díaz brillaron por su ausencia. Los disque juristas del régimen no recibieron orden de ultrajar el texto constitucional. Fue el Comandante mismo quien dijo que “la Constitución de 1999 es una Constitución de transición”.

Lo que hace diez años se vendió como la panacea de todos nuestros males, como la piedra angular de la transformación del Estado y de la refundación de la República, hoy es desechado. La Constitución de 1999 peligra. Puede engrosar la lista de Constituciones postizas de nuestra historia republicana, esto es, la lista de aquellas Normas Fundamentales (veintiséis en total) que precedieron a la Constitución de 1961 y que, como señaló el Presidente Caldera, vieron la luz con el único propósito de simular la legitimidad jurídica de alguna autocracia militarista.

Ninguna de las postizas gozó de lo que hoy se considera un atributo esencial, sine qua non, en los textos constitucionales: la vocación de permanencia. Y la de 1999 tampoco posee esa vocación. Nunca la tuvo. En realidad, también es postiza. Aquello nació mal. Desde los puntos de vista moral, político y jurídico era imposible edificar un Estado constitucional con base en la bicha. Eso es lo que nos está recordando Hugo Chávez, nuestro saltatrás autocrático.

Tal vocación de permanencia no es una gratuidad histórica. Tampoco es consecuencia de una declaración formal, de una vivencia aparencial de principios. Por el contrario, es fruto de una aceptación honda y sincera de los principios de la democracia constitucional por parte de todos los componentes sociales, pero especialmente de aquellos en quienes recae la responsabilidad directa de crear las condiciones existenciales de la vida republicana. Son principios que nada tienen que ver con la ideología (socialismo del siglo XXI, marxismo) ni con la voluntad autocrática de poder (el Chávez esencial). O dicho de otro modo: son principios que sólo pueden subsistir si la ideología se ahoga en la verdad y si la voluntad autocrática de poder se ahoga en la razón.

Sólo si esos principios permean la conciencia colectiva y prevalecen arraigados en ella los pueblos cobran existencia republicana y tienden a la permanencia del orden constitucional, como expresión del orden de la razón. Por eso la pelea consiste en enfrentar a Chávez evitando que instrumentalice la Constitución de 1999 para borrar los surcos profundos de cultura democrática que fueron impresos en la sociedad venezolana bajo la vigencia de la Constitución de 1961. No podemos permitir que se nos coloque en un estado permanente de transición. Los venezolanos no queremos ni podemos vivir bajo la sombra de lo que Chávez entiende por Constitución de transición, que en realidad es destrucción.

jmmfuma@gmail.com
Twitter: @JuanMMatheus

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