Democracia como forma de vida

La permanencia del orden republicano no es una gratuidad histórica. Tampoco es consecuencia de una declaración formal, de una vivencia aparencial de principios. Por el contrario, es fruto de una aceptación honda y sincera de los principios de la democracia constitucional por parte de todos los componentes sociales, pero especialmente de aquellos en quienes recae la responsabilidad directa de crear las condiciones existenciales de la vida republicana. Son principios que nada tienen que ver con la ideología ni con la voluntad autocrática de poder. O dicho de otro modo: son principios que sólo pueden subsistir si la ideología se ahoga en la verdad y la voluntad autocrática de poder en la razón.







Juan Germán Roscio

Juan Germán Roscio

Reivindicar la historia

Debemos hacer resonar las campanas de la historia para recordarnos que alguna vez (1958-1998) el pueblo de Venezuela existió como una República civil, en la cual la justicia, la razón y la amistad cívica fueron los pilares de nuestra convivencia pacífica.

Firma del Pacto de Puntofijo (Caracas, 31 de octubre de 1958)

sábado, 20 de marzo de 2010

¿Qué es la política? // Juan Miguel Matheus

En tiempos de crisis hay que recordar lo fundamental. Porque las cosas más propias del hombre, aquellas que más se corresponden con su naturaleza, pueden ser obviadas e incomprendidas. Entre ellas se cuenta la política. Siendo una actividad radicalmente humana, la política es rechazada porque, por lo general, sólo vemos de ella experiencias desafortunadas de algo que podríamos llamar “política existencial”, es decir, una praxis vaciada de moralidad a través de la cual se cristalizan las miserias de los que la ejercen para servirse, y no para servir.

Las líneas que siguen intentan ser un primer esbozo sobre qué es la política y cuáles son sus dimensiones. Una aproximación lo más verosímil posible, para superar dañinos prejuicios sobre la posibilidad de una mejor política y para despertar inquietudes de servicio político en jóvenes universitarios, así como acrecentar las ilusiones en los que ya las poseen.

¿QUÉ ES LA POLÍTICA? Muchas definiciones se han dado sobre la política desde Sócrates hasta nuestros días. Algunas han sido muy atinadas; otras, por decir lo menos, infelices. Sin embargo, quisiéramos llamar la atención sobre una definición que, en nuestro criterio, recoge sin reduccionismos lo que es la política. Nos referimos a la definición propuesta en la exhortación apostólica Christifidelis laici de Juan Pablo II. En este documento se dice que la política es “la multiforme y variada acción económica, social, legislativa, administrativa y cultural, destinada a promover orgánica e institucionalmente el bien común” (n. 42).

En primer lugar, la política es, no puede no serlo, resultado de la acción humana. De hecho, la política es un fenómeno exclusivamente humano. El ser humano es la única criatura política de la creación visible. En los actos políticos hay participación de la inteligencia y de la voluntad; el hombre, el político, vuelca deliberadamente sus potencias a un fin: el bien común.

La acción política no es parcial. Debe ser integral para acertar con la complejidad del hombre. Nos referimos, pues, a la política como una acción multidireccional. Es una acción económica porque incide en la producción y distribución de bienes materiales de los cuales se sirve el hombre para vivir de una manera más humana. Es una acción social porque busca la igualdad de oportunidades entre los miembros de un determinado conjunto social, y porque influye en las estructuras sociales para cambiarlas y hacerlas más acordes con lo que es el hombre. Es acción legislativa porque ordena con leyes positivas la convivencia humana; lo cual exige un respeto escrupuloso de la ley moral natural y el hacer de las leyes instrumentos que incrementen la virtud en los ciudadanos. Es también acción administrativa porque las decisiones en aras del bien común requieren de una autoridad que ejerza prudentemente el poder, y lo oriente al servicio desinteresado de la comunidad, escogiendo lo que es mejor para ésta. Finalmente, es acción cultural porque está orientada a propiciar las condiciones en las cuales el hombre pueda ser más humano cultivando su espiritualidad, asumiendo la cultura como toda manifestación humana que aporte perfección al hombre.

Estas son facetas de la acción política. Pero hay más. La búsqueda del bien común demanda comunidad de personas y articulación colectiva para alcanzarlo. De modo natural entran a la dinámica política las instituciones, entendidas éstas como estructuraciones humanas que persiguen un fin que no es posible obtener individualmente y con el cual se contribuye al bien común. Las instituciones son, entonces, instrumentos, medios en los cuales se conjugan esfuerzos para lograr el bien común.

Conviene señalar que las instituciones son muy diversas. Por un lado encontramos las que forman parte del Estado. A través de ellas se ejerce el poder y se toman decisiones que influyen de manera imperativa en la comunidad política. Son, por ejemplo, el Parlamento, los Tribunales de Justicia, los órganos del Poder Ejecutivo. Por otro lado encontramos instituciones no estatales que pretenden el poder. El ejemplo más típico son los partidos políticos. En ellos se hace política organizada. Son instituciones en las cuales encuentra cauce la responsabilidad ciudadana de participar en la toma de decisiones políticas. Por último, hay instituciones cuya naturaleza no es política en un modo propio. Son las llamadas instituciones intermedias pertenecientes a la sociedad civil. Estas organizaciones no ejercen directamente el poder ni pretenden hacerse con él. Sirven de vasos comunicantes entre la sociedad y los órganos estatales, y entre la sociedad y los partidos.

LA TRIPLE DIMENSIÓN DE LA POLÍTICA. Para tener una visión unitaria de la política es necesario apreciarla en todas sus dimensiones; las cuales, aunque en la práctica no están separadas, conviene distinguirlas conceptualmente para comprenderlas con mayor claridad. Hablamos, entonces, de una dimensión moral, una dimensión de servicio o ministerial, y una dimensión trascendental.

El infeliz desmérito de Maquiavelo fue hacernos creer que la política y la moral son dos campos ajenos entre sí. La política —piensan los maquiavélicos— es una actividad existencial que por su naturaleza propia está fuera de las exigencias morales que tiene todo lo humano.

Hay que sepultar a Maquiavelo. No sólo es que la política sí tiene una dimensión moral, es que la política es la actividad humana en la cual se hacen más apremiantes las exigencias morales. Si con la política se hace más perfecto al hombre, ello no es posible sin la observancia de lo que la moral establece. Ésta es una de las principales razones por las cuales el político debe vivir rectamente. No es posible ayudar a los demás a buscar la perfección si no se lucha por vivir más y mejor las virtudes en la propia existencia.

La dimensión ministerial se refiere a la política como servicio. El político está para servir a los demás; para alcanzar plenitud con y desde el servicio político. El verdadero político es capaz de jugarse su bienestar personal con tal de servir a la búsqueda del bien común.

La política no vista como servicio es una aberración. Su desnaturalización sería tal que el político actuaría por provecho personal y sería capaz de poner el bien particular sobre el bien común, lo cual, en pequeño o en grande, debe ser llamado por su nombre: corrupción.

La tercera dimensión de la política es la trascendental. El político debe tener en cuenta, siempre, en cada decisión, que el hombre es un ser llamado a trascender lo físico. La felicidad que busca el político para la comunidad debe ser la que le permita al hombre acceder a realidades más altas. No es que el político deba fomentar estatalmente lo que, en concreto, corresponde al plano de la religión. Pero sí debe crear las condiciones favorables para que el hombre realice libremente todo aquello que apunta a la trascendencia, lo cual resulta imposible si el político no considera al hombre como una unidad corpóreo-espiritual al momento de implementar las acciones económicas, sociales, legislativas, administrativas y culturales que dan contenido a la política.

UN COMPROMISO VITAL. Desde la perspectiva que fuere, bien como político de profesión, bien como miembro de la comunidad, la actividad política exige de nuestras vidas una contribución generosa al bien común. Trabajar por hacer del hombre más plenamente un hombre es una constante responsabilidad que pesa sobre nuestros hombros.

Debe tenerse en cuenta que la política le es natural al hombre. Siempre serán necesarios hombres y mujeres que atiendan profesionalmente los asuntos públicos, pero en tiempos de crisis —hoy— la necesidad se acrecienta, pues son los más viles los que copan los espacios públicos para satisfacer sus intereses egoístas. De todos, pero en particular de nosotros los jóvenes, depende rescatar el espacio de lo público para que vuelva a ser ocasión e instrumento de servicio. Asumamos la responsabilidad, queramos ser con mayor plenitud humanos contribuyendo a hacer más plenamente humanos a los demás. Hoy, como siempre, la política es un compromiso vital.

jmmfuma@gmail.com
Twitter: @JuanMMatheus
31-10-2003

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