Esteban está revelando su faceta de constitucionalista. Semana tras semana advierte que “el proceso constituyente de 1999 no ha concluido”. Discreta pero testarudamente muestra que de un momento a otro lo constitucional podría convertirse en el foco de sus afanes. Eso merece atención. El hecho de que sus afirmaciones hayan pasado casi inadvertidas no las hace inofensivas. Todo lo contrario. Por su naturaleza y por la materia a la cual se refieren son altamente dañinas. Son, en realidad, una amenaza. Conociéndolo, su ejecución es cuestión de tiempo y oportunidad.
La idea central del proceso de 1999 fue la supra constitucionalidad del poder constituyente. Al pueblo (poder constituyente) se le subordinan permanentemente tanto las instituciones republicanas (poder constituido) como la propia Constitución. En criollo eso quiere decir que el pueblo hace lo que le da la gana, cuando le da la gana, con la AN, el Presidente, el TSJ, el CNE, el Poder Moral y el texto constitucional. Puede desbaratar el orden republicano a su antojo. Como diría Luis Castro Leiva, el soberano está en capacidad de “manducarse la República y formar, en un acto de participación política instantánea, una guarapita cívica”.
La amenaza de Esteban significa, entonces, que el pueblo bolivariano está presto a manducarse las ruinas del orden republicano. Aguarda el llamado de la historia para devorar su propia creación: la Constitución de 1999. Asamblea Nacional Constituyente, enmienda o reforma. No importa. Cualquier cosa puede ocurrir. Es la misma espada de Damocles que pende sobre el pescuezo de nuestra convivencia política desde hace once años. ¿Y por qué el pueblo querría devorar su propia criatura? Porque Esteban lo desea. Conviene a la salud de su régimen. Allí estriba, precisamente, la maldad de la supra constitucionalidad del poder constituyente. No es más que un artificio aprovechado por los juristas del terror para arropar con legitimidad democrática la voluntad totalitaria de Esteban. Pero todos sabemos que es Esteban y sólo Esteban el único que pisotea las instituciones republicanas y la Constitución para imponer sus designios de dominación total en Venezuela.
El antídoto al veneno del Esteban constitucionalista es una sana Teoría de la Constitución, que ponga al pueblo en su sitio. Esteban no es el pueblo ni se identifica con éste. Ni siquiera es su voz. El pueblo, incluso correctamente entendido, es limitado. No es todopoderoso. Debe autolimitarse a través del respeto a los valores y principios que se ha dado a sí mismo en la Constitución. A Venezuela no volverá la República si alcahueteamos que, bajo la manipulación de Esteban y en nombre de la entelequia de la democracia participativa y protagónica, el pueblo sea infiel consigo mismo. La inculturación de la Constitución –hacerla vida en ciudadanos e instituciones– es una tarea pendiente. Eso vendrá. Aprenderemos a propósito de Esteban.
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Twitter: @JuanMMatheus
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